Relieve e Hidrografía de La Pampa

Su espacio es generalmente plano, pero no corresponde estrictamente a la definición de “pampa” como espacio llano y sin árboles, ya que se trata de un relieve escalonado de oeste a este, de mesetas y llanuras, en las que emergen como islas varios conjuntos de sierras. Presenta, además, como rasgo distintivo, un haz de valles abiertos en abanico hacia la llanura pampeana.

La llanura propiamente dicha, cuya altura sobre el nivel del mar oscila entre los 100 y 150 m, se localiza en el extremo nordeste. La interrumpen algunos médanos menores, fijados por la vegetación, como consecuencia de la erosión eólica desencadenada por el hombre y su mal manejo de suelo. Pequeñas lagunas ocupan las depresiones intermedanosas. Toda el área forma parte de la llamada cuenca de Macachín, superficialmente cubierta por un manto arenoso continuo.

Estas características estructurales, unidas al clima ligeramente más húmedo que en el resto de la provincia, dan origen a sus mejores suelos: profundos y bien drenados, con contenidos de materia orgánica, humedad y desarrollo de perfil decreciente de nordeste a sudoeste.

Las mesetas son el relieve dominante en el centro y oeste del territorio. Por su origen, pueden distinguirse dos tipos: basálticas y residuales. Las basálticas predominan al oeste y sudoeste, originadas por derrames multiformes de lava; presentan grandes planos en los que sobresalen algunos cerros de considerable altura que, al noroeste, constituyen los puntos culminantes de la provincia, como por ejemplo, Cerro Negro y Aguas de Torres, entre otros.

Como el basalto es una roca dura de gran porosidad, en la base de los mantos se concentran las aguas provenientes de las escasas precipitaciones locales y originan manantiales y ojos de agua, algunos importantes, como el de Puelén, La Copelina y Agua Rica.

Las mesetas residuales se encuentran en el centro y sudeste, entalladas por los valles pampeanos. Han sido modeladas por el viento y, probablemente en sus inicios, por el agua. Son restos de una antigua peniplanicie y presentan en superficie materiales finos. Las de mayor dimensión se extienden entre los grandes Valles de Quehué y Utracán y declinan su altura suevamente hacia el este, hasta confundirse con el nivel de la llanura.

Al sudeste, se presentan como una serie discontinua de pequeñas mesetas de escasa altura, cerros mesa y cerros testigo. Están ubicadas en una zona climática en donde la humedad decrece rápidamente hacia el sudoeste. Los suelos presentan bajo contenido en materia orgánica, son poco profundos y muy permeables cuando se han desarrollado sobre materiales finos, con un perfil poco diferenciado, aunque conservan cierta aptitud agrícola.

Con la disminución de la humedad y en presencia de materiales gruesos, se desarrollan los suelos pedregosos, muy pobres en materia orgánica y característicos de las mesetas basálticas.

Las sierras ubicadas en las zonas central y oeste del territorio, a ambos lados de la diagonal fluvial Salado-Chadileuvú-Curacó, son pequeños cerros de escasa elevación, constituidos por rocas muy duras que presentan formas redondeadas y superficies pulidas, como corresponde a elevaciones de gran edad, y por ello muy desgastadas. Pueden distinguirse cuatro agrupamientos:

-Dos cordones separados por una falla. Al cordón oriental pertenecen los afloramientos de Lonco Vaca, Rucanelo, Quehué, General Acha y Pichi Mahuida. El cordón occidental se inicia en Victorica y continúa por Currú Mahuida, Valle Daza, Cerro Azul, Cerro Bayo, Cerro la Bota, Lihue Calel, Sierra Chica y Choique Mahuida.

 -Sobre ambas márgenes del Salado-Chadileuvú-Curacó, estas formaciones son prolongación de las sierras de San Luis. Se inicia al norte con un grupo de cerros dispersos que se alinean de a pares hacia el sur y enmarcan el cauce del Chadileuvú-Curacó: Pichi Mahuida y Pichi Choique Mahuida, Carapacha Grande y Carapacha Chica. Por la margen izquierda se agrega Sierra Chata, que entronca con el grupo anterior.

-Ubicado al poniente del anterior, encontramos otro grupo constituido por una serie de lomas y sierras de escasa altura que acompañan la margen derecha del Atuel: Loma de los Caballos, Lomas Altas, de los Divisaderos, de los Guanacos, de Olguín y de los Cerros Bayo, Cinco Cerros, Colorado y Chicalcó, que emergen en forma aislada.

-Las últimas corresponden a las máximas alturas de la provincia: Cerros Negro, Díaz,  Jagüel del Moro, Butacó y Llanquihué.

Los valles pampeanos, entallados en el ámbito de las mesetas, ocupan la parte centro-oriental de la provincia y fueron labrados en la formación Cerro Azul. Muchos presentan en la parte central cordones de médanos de edad recientes, de 3 a 10 m de altura, constituidos por materiales gruesos sin diferenciar, verdaderos reservorios de agua dulce a cuyo pie aparecen lagunas que permitieron la vida en estas zonas semiáridas.

Los valles más importantes, enumerados de norte a sur, son el de Nerecó, del Tigre, Chapalcó, Coló-Lauquén, Quehué, Utracán, Queñi Malal, Maracó Chico, Maracó Grande o Epu-Pel y Hucal. Su pendiente es muy suave, enmarcada entre dos bardas de taludes abruptos cuya altura aumenta hacia el oeste. El Valle de Daza, de origen tectónico, posee orientación noroeste-sudeste y un tamaño inferior a los otros.

Un conjunto de valles menores entre Winifreda y Santa Rosa, orientados de sudoeste a nordeste, se abre hacia la llanura; al sur de Hucal aparece otra serie, abierta hacia la depresión de Bahía Blanca, que aloja lagunas y salinas cuyas riberas se encuentran por debajo del nivel del mar.

La región central, carente de drenaje encauzado, se halla salpicada por una serie de lagunas cuya profundidad, orientación y forma difieren según sea su origen y el relieve sobre el cual se implanten.

Las lagunas de la estepa herbácea son poco profundas, con playas, de extensión variable, semipermanentes, alimentadas por las lluvias o por los manantiales.

Las lagunas de los valles, con orientación sudoeste-nordeste, son relictos de cursos de agua del pasado.

Las lagunas de las depresiones del sudeste son grandes, saladas, profundas. A menudo han evolucionado hacia la formación de salinas, como las Salinas Colorada Grande, El Chancho y Grande de Hidalgo, al norte, o las de Anzoátegui y Gaviotas, al sur.

Las lagunas del grupo de meaucó son pequeñas, de agua dulce, y están instaladas en el medio de la zona medanosa de las mesetas centrales, que se alimentan de manantiales.

De la cuenca del Río Colorado, curso de agua interprovincial, pertenece a La Pampa la margen septentrional de parte del valle superior, todo el valle medio y parte del inferior. Su régimen es nival y su creciente se produce entre setiembre y marzo, llevando gran cantidad de materiales en suspensión durante el verano, que deposita en el período de bajante formando bancos e islas y abriéndose en numerosos brazos.

El valle, enmarcado por altas bardas, tiene una amplitud desproporcionada a sus caudales actuales, provenientes de la alta cordillera. Solo recibe ocasionalmente el aporte del Curacó. El río Colorado es el mayor recurso hídrico provincial.

Por su parte, la cuenca del Salado-Chadileuvú y la subcuenca del Atuel, son también recursos compartidos. El Salado se extiende hasta el complejo de bañados y lagunas de La Dulce, Urre Lauquén y La Amarga, interconectadas por el río Chadileuvú, que en crecientes extraordinarias se vincula al Curacó, vertiendo al Colorado.

Se trata de ríos ocasionales, debido a la acción del hombre, que retiene sus caudales para múltiples usos fuera de la provincia. Cuando temporariamente llegan a escurrir por sus valles, sus aguas resultan muy salobres. Aunque en el sector pampeano la pendiente es muy escasa, su curso está bien definido por altas barrancas.

Por último, el río Atuel, en La Pampa solo participa en el tramo final, ya que desde principios de siglo los aprovechamientos hídricos de la cuenca superior hicieron esporádico su escurrimiento, que originalmente penetraba en esta provincia al menos en cinco brazos, de los cuales los principales eran el Atuel, el Butaló y el de la Barda, de cursos divagantes por la escasa pendiente.

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